La Ortega Peña Noticias.
Acto del Movimiento Sindical Peronista
Florencia Canali.
Juventud Carta Abierta Mendoza.
El asesinato de Mariano Ferreyra es un síntoma más de la ferocidad con que ciertos sectores del poder antipopular están dispuestos a impedir que los trabajadores tengan injerencia en las decisiones políticas de nuestro país. Para esto se valen de la herramienta poderosísima de la comunicación masiva y, recurriendo a sus aliados empresarios, dueños de grandes corporaciones mediáticas, construyeron un relato donde se presenta al sindicalismo de izquierda como un ente impoluto, inmaculado, compuesto por jóvenes idealistas que reclaman pacíficamente por sus derechos, contraponiéndolo al sindicalismo peronista de Hugo Moyano, corrupto y violento, integrado por viejos mañosos, negros y sucios que lo único que buscan es enriquecerse con negocios espurios. No es casual que el hecho ocurriera una semana después de que el movimiento sindical peronista reuniera cerca de cien mil personas en conmemoración del 17 de octubre, donde se dejó en claro que el objetivo es que la Primera Magistratura de la Nación sea ejercida por un trabajador. Eso es lo verdaderamente peligroso para el poder fáctico; que los trabajadores, quienes están destinados a ser dominados y utilizados por el poder, a quienes les está vedada la participación en la toma de decisiones, a quienes les está negado el acceso a los bienes culturales, quienes nacieron para obedecer, comiencen a conducir y a exigir protagonismo en la vida pública. Este es el profundo valor simbólico que tuvo aquella jornada en la cancha de River y los discursos que allí se pronunciaron. Por eso, ante semejante acto de fuerza, fue necesario un hecho conmovedor como el asesinato de un joven inocente, que pudiera sintetizar los distintos elementos del imaginario colectivo de la clase media argentina al que se pretendía apelar y luego construir la noticia a partir de un relato unidireccional, que produjera un golpe de efecto que socave la legitimidad del proceso político actual del país. En última instancia se culpa al gobierno nacional de tan trágico suceso, no por las debilidades que actualmente arrastra el sindicalismo argentino después de tantos años de dictadura y neoliberalismo, sino por el compromiso que el actual modelo político asume en la defensa de los trabajadores y de los sectores más postergados de nuestra sociedad, la consustanciación con los intereses populares y la profundización de un paradigma que reconoce en el ejercicio de los derechos humanos el pilar fundamental desde el cual se cimienta la dignidad del pueblo. Esas son las condiciones que los poderes económicos que representan al conservadurismo buscan eliminar. Eso mismo es lo que la izquierda boba no deja de envidiar mezquinamente. Desde ambos lugares, con distintos eufemismos, es combatido.
Florencia Canali.
Juventud Carta Abierta Mendoza.
El asesinato de Mariano Ferreyra es un síntoma más de la ferocidad con que ciertos sectores del poder antipopular están dispuestos a impedir que los trabajadores tengan injerencia en las decisiones políticas de nuestro país. Para esto se valen de la herramienta poderosísima de la comunicación masiva y, recurriendo a sus aliados empresarios, dueños de grandes corporaciones mediáticas, construyeron un relato donde se presenta al sindicalismo de izquierda como un ente impoluto, inmaculado, compuesto por jóvenes idealistas que reclaman pacíficamente por sus derechos, contraponiéndolo al sindicalismo peronista de Hugo Moyano, corrupto y violento, integrado por viejos mañosos, negros y sucios que lo único que buscan es enriquecerse con negocios espurios. No es casual que el hecho ocurriera una semana después de que el movimiento sindical peronista reuniera cerca de cien mil personas en conmemoración del 17 de octubre, donde se dejó en claro que el objetivo es que la Primera Magistratura de la Nación sea ejercida por un trabajador. Eso es lo verdaderamente peligroso para el poder fáctico; que los trabajadores, quienes están destinados a ser dominados y utilizados por el poder, a quienes les está vedada la participación en la toma de decisiones, a quienes les está negado el acceso a los bienes culturales, quienes nacieron para obedecer, comiencen a conducir y a exigir protagonismo en la vida pública. Este es el profundo valor simbólico que tuvo aquella jornada en la cancha de River y los discursos que allí se pronunciaron. Por eso, ante semejante acto de fuerza, fue necesario un hecho conmovedor como el asesinato de un joven inocente, que pudiera sintetizar los distintos elementos del imaginario colectivo de la clase media argentina al que se pretendía apelar y luego construir la noticia a partir de un relato unidireccional, que produjera un golpe de efecto que socave la legitimidad del proceso político actual del país. En última instancia se culpa al gobierno nacional de tan trágico suceso, no por las debilidades que actualmente arrastra el sindicalismo argentino después de tantos años de dictadura y neoliberalismo, sino por el compromiso que el actual modelo político asume en la defensa de los trabajadores y de los sectores más postergados de nuestra sociedad, la consustanciación con los intereses populares y la profundización de un paradigma que reconoce en el ejercicio de los derechos humanos el pilar fundamental desde el cual se cimienta la dignidad del pueblo. Esas son las condiciones que los poderes económicos que representan al conservadurismo buscan eliminar. Eso mismo es lo que la izquierda boba no deja de envidiar mezquinamente. Desde ambos lugares, con distintos eufemismos, es combatido.
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